Renovación Carismática Católica de Calatayud
jueves, 27 de febrero de 2014
"LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA ES UNA MANIFESTACIÓN ELOCUENTE DE LA VITALIDAD SIEMPRE JOVEN DE LA IGLESIA, UNA EXPRESIÓN VIGOROSA DE LO QUE EL ESPÍRITU ESTÁ DICIENDO A LAS IGLESIAS AL FINAL DEL SEGUNDO MILENO".(Juan Pablo II)
Para comprender la Renovación en el Espíritu, hay que asomarse a la experiencia de los Apóstoles en Pentecostés. El Cenáculo es el lugar donde los cristianos se dejan transformar por la oración, en torno a María, para acoger al Espíritu. Y es también el lugar de donde salen para llevar "hasta los confines de la tierra" el fuego de Pentecostés. La misión de la Renovación Carismática es hacer presente hoy en el mundo la experiencia de Pentecostés. Confirma así su vocación de servicio a la Iglesia, que fue enriquecida con los carismas del Espíritu desde su nacimiento en el Cenáculo.
RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU
Juan Pablo II ha dicho a nuestros hermanos de Italia: "Entre los caminos misteriosos con que la Providencia vive hoy su plan de salvación, en este final del segundo milenio, es convicción nuestra que, uno de ellos, pasa a través de la Renovación en el Espíritu. Por medio del Espíritu, el Resucitado vive y actúa entre nosotros haciéndonos presente en el mundo en cada experiencia personal".
Son Palabras del Papa que definen con acierto nuestra vocación y hasta la razón de nuestros testimonios. Veinte mil carismáticos italianos le aplaudieron.
SEREIS MIS TESTIGOS
"En medio del corazón de un mundo convertido en desierto, y sequedad, por el racionalismo y el materialismo -dice el cardenal Ratzinger- ha surgido una nueva experiencia del Espíritu Santo que tiene las proporciones de un movimiento a escala mundial". Católicos de todo el mundo y cristianos de todas las confesiones se dejan invadir por la fuerza del Espíritu dando fe de que, el Señor que ha cambiado sus vidas, es el único Señor. Son signos visibles de ese cambio: el valor, como los apóstoles, para ser fieles a la promesa de Cristo: "Seréis mis testigos"; el proclamar la buena nueva con la fuerza de Dios, que hace "maravillas"; el surgir de una comunidad nueva basada en el amor
DESCUBRIR A CRISTO
La Renovación Carismática es "una corriente de gracia" que renueva en la sociedad actual los dones y carismas de la primera comunidad cristiana. Personas de todas las clases sociales y todas las pobrezas descubren a Cristo no cómo un Dios lejano que se encarnó un día en la Historia, sino como alguien vivo y resucitado que es centro de su vida.
Sin fundador, sin especiales compromisos, la Renovación nos ha permitido descubrir de nuevo esa profundidad del corazón donde Dios vive. Y, con ella, el asombro de las conversiones personales, el resurgir de la oración, la lectura enriquecedora de la Biblia y la liberación alegre de la alabanza.
LA BUENA NOTICIA
Por eso es posible anunciar hoy a los que tienen sed, a los que buscan, a los que presienten algo más ... que hay un lugar ilusionante y vivo en la Iglesia:
LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA.
La forman grupos de todas las edades y condiciones -casados, solteros, religiosos, jóvenes y mayores- que desean vivir la buena noticia del Evangelio dando al mundo un testimonio de luz y esperanza.
Juan Pablo II definió así la Renovación Carismática: "es una manifestación elocuente de la vitalidad siempre joven de la Iglesia, una expresión vigorosa de lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias al final del segundo milenio."
NUEVO PENTECOSTÉS
La historia de la Renovación Carismática Católica está unida al concilio Vaticano II y al papel que en él se asigna a los laicos dentro de la Iglesia. En 1.961, Juan XXIII lo convocaba orando así al Espíritu Santo: "Renovad en nuestra época, como en un nuevo Pentecostés, vuestras maravillas ..."
El 18 de febrero de 1.967, treinta estudiantes y profesores de la universidad de Duquesne en Pensylvania, hacían un retiro espiritual para profundizar en la fuerza del Espíritu, dentro de la Iglesia primitiva, ausente en el cristianismo que ellos veían languidecer. La llamada tuvo una respuesta sorprendente: "Lo que empezó allí, gracias a Él - explicó David Mangan- fue una capacidad nueva para estar a su escucha... "Dios tomó de su mano el formarme para lo que Él quería de mi". La experiencia de la efusión del Espíritu se repitió en las universidades de Notre-Dame, en South Bend, Indiana, y en Michigan.
Grupos que nadie planeaba, ni convocaba, se multiplicaron como pequeñas luces en un estadio. Era la libertad del Espíritu que estallaba por todas partes: "la libertad de los hijos de Dios".
Con vitalidad sorprendente, la Renovación Carismática se ha difundido por todo el mundo y en todas las confesiones cristianas, alcanzando en la Iglesia Católica la cifre de 72 millones.
DEJAR A DIOS SER DIOS
Desde sus comienzos, la Renovación ha aportado a la Iglesia una gran corriente de libertad. "Dejábamos a Dios ser Dios". Fue esta una experiencia fundamental.
Más que hacer, se trataba de recibir el don de Dios. Dejarle a Él la iniciativa, porque los cristianos encerramos con frecuencia a Dios en la pequeñez de nuestros intereses, de nuestros proyectos y normas ... A veces se tenía la sensación de que Dios había suscitado la Renovación Carismática un poco para ir a su aire.
Hicimos un descubrimiento: más que hacer obras PARA Dios había que hacer las obras DE Dios. También descubrimos la cercanía impresionante de un Dios que "se goza en estar con los hombres".
REAVIVAR LA LLAMA
Agradecemos el don precioso de la Efusión del Espíritu, que reaviva en nosotros las gracias que un día recibimos en el Bautismo y la Confirmación que nos hace vivir, como adultos responsables, la fe que entonces prometimos.
Los seminarios de Vida en el Espíritu son nuestro modo específico de evangelizar. Si en los comienzos de la Iglesia los convertidos se bautizaban, hoy hemos de convertir a los bautizados. Son miles los cristianos que se declaran "creyentes" y afirman, al mismo tiempo, que "no practican". Como ha dicho el Papa, "Europa es hoy tierra de misión".
Los "Seminarios de vida en el Espíritu" evangelizan con la fuerza del primer anuncio. El Espíritu se derrama con poder y nacen de ellos conversiones radicales, vocaciones al sacerdocio, a la vida contemplativa. Compromisos con la sociedad, con los pobres, los presos, los enfermos.
Por eso es posible anunciar hoy a los que tienen sed, a los que buscan, a los que presienten algo más ... que hay un lugar ilusionante y vivo en la Iglesia:
LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA.
La forman grupos de todas las edades y condiciones -casados, solteros, religiosos, jóvenes y mayores- que desean vivir la buena noticia del Evangelio dando al mundo un testimonio de luz y esperanza.
Juan Pablo II definió así la Renovación Carismática: "es una manifestación elocuente de la vitalidad siempre joven de la Iglesia, una expresión vigorosa de lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias al final del segundo milenio."
NUEVO PENTECOSTÉS
La historia de la Renovación Carismática Católica está unida al concilio Vaticano II y al papel que en él se asigna a los laicos dentro de la Iglesia. En 1.961, Juan XXIII lo convocaba orando así al Espíritu Santo: "Renovad en nuestra época, como en un nuevo Pentecostés, vuestras maravillas ..."
El 18 de febrero de 1.967, treinta estudiantes y profesores de la universidad de Duquesne en Pensylvania, hacían un retiro espiritual para profundizar en la fuerza del Espíritu, dentro de la Iglesia primitiva, ausente en el cristianismo que ellos veían languidecer. La llamada tuvo una respuesta sorprendente: "Lo que empezó allí, gracias a Él - explicó David Mangan- fue una capacidad nueva para estar a su escucha... "Dios tomó de su mano el formarme para lo que Él quería de mi". La experiencia de la efusión del Espíritu se repitió en las universidades de Notre-Dame, en South Bend, Indiana, y en Michigan.
Grupos que nadie planeaba, ni convocaba, se multiplicaron como pequeñas luces en un estadio. Era la libertad del Espíritu que estallaba por todas partes: "la libertad de los hijos de Dios".
Con vitalidad sorprendente, la Renovación Carismática se ha difundido por todo el mundo y en todas las confesiones cristianas, alcanzando en la Iglesia Católica la cifre de 72 millones.
DEJAR A DIOS SER DIOS
Desde sus comienzos, la Renovación ha aportado a la Iglesia una gran corriente de libertad. "Dejábamos a Dios ser Dios". Fue esta una experiencia fundamental.
Más que hacer, se trataba de recibir el don de Dios. Dejarle a Él la iniciativa, porque los cristianos encerramos con frecuencia a Dios en la pequeñez de nuestros intereses, de nuestros proyectos y normas ... A veces se tenía la sensación de que Dios había suscitado la Renovación Carismática un poco para ir a su aire.
Hicimos un descubrimiento: más que hacer obras PARA Dios había que hacer las obras DE Dios. También descubrimos la cercanía impresionante de un Dios que "se goza en estar con los hombres".
REAVIVAR LA LLAMA
Agradecemos el don precioso de la Efusión del Espíritu, que reaviva en nosotros las gracias que un día recibimos en el Bautismo y la Confirmación que nos hace vivir, como adultos responsables, la fe que entonces prometimos.
Los seminarios de Vida en el Espíritu son nuestro modo específico de evangelizar. Si en los comienzos de la Iglesia los convertidos se bautizaban, hoy hemos de convertir a los bautizados. Son miles los cristianos que se declaran "creyentes" y afirman, al mismo tiempo, que "no practican". Como ha dicho el Papa, "Europa es hoy tierra de misión".
Los "Seminarios de vida en el Espíritu" evangelizan con la fuerza del primer anuncio. El Espíritu se derrama con poder y nacen de ellos conversiones radicales, vocaciones al sacerdocio, a la vida contemplativa. Compromisos con la sociedad, con los pobres, los presos, los enfermos.
SE ENCUENTRA A DIOS...
A lo largo de siete semanas, la trayectoria va del encuentro personal con Jesús, al descubrimiento de la Comunidad, para terminar con el compromiso ante la sociedad. Al final es imposible dejar de proclamar que Cristo vive hoy; que está a nuestro lado, que es nuestra vida. Todo esto es verdad. Lo ha dicho Carmen Conde en un gran poema: "Y si se apoyan las manos en el pecho y se respira hondo, se encuentra a Dios".
JESÚS ES EL SEÑOR
El fundamento teológico de la Renovación Carismática es el Misterio de la Trinidad y, especialmente, el conocimiento progresivo de la persona del Espíritu que es quien nos revela a Jesús. Por Él vamos al Padre y entramos, como grandes enchufados, en el coloquio amoroso de la vida trinitaria.
Si el Espíritu nos revela a Jesús, hay que proclamar con alegría, con asombro y respeto infinitos, que Jesús es el Señor. Este es el fin y el fruto primero de la Renovación Carismática. Esta es su fuerza: proclamar el Señorío de Cristo. Anunciar que Jesús es el Señor.
RIQUEZA DE LA IGLESIA
Acogemos con libertad todas las manifestaciones del Espíritu, con prudencia, pero sin permitir que ningún carisma del Espíritu se apague porque es don y riqueza para la Iglesia de la que formamos parte y donde Dios nos ha señalado esa misión concreta de despertar el gozo de su Santo Espíritu.
Es, por eso tarea especial de la Renovación, fomentar los Seminarios de vida en el Espíritu, atender a los grupos de oración, a todo lo que despierte la presencia de la auténtica vida. Todo lo que consuele, sane, suavice, todo lo que sea don y gozo del Espíritu para el mundo de hoy. Todo lo que sea unidad, paz, amor y ánimo grande ... "¡Valor!" Pidió Juan Pablo II en Pentecostés.
ALMA DEL MUNDO
¡Qué apasionante, para la Renovación, ser impulso renovador en la Iglesia!. Hacer que el Espíritu, "alma de la Iglesia", sea también ese "suplemento del alma" que nuestro mundo materialista y desencantado necesita.
Ese fue el primer saludo profético de Pablo VI a la Renovación: "Si, la Iglesia tiene necesidad de su eterno Pentecostés. Tiene necesidad de fuego en su corazón, palabras en sus labios, profecías en su mirada. La Iglesia necesita volver a encontrar la sed y el amor... Tiene necesidad de sentir que suben, desde lo más profundo de ella misma, como unos gemidos, un poema, una oración, un himno: es la voz orante del Espíritu".
Y el Papa se hacía una pregunta: "Entonces, ¿cómo esta renovación espiritual no va a ser una suerte para la Iglesia y para el mundo?". Palabras que parecen confirmar lo que algunos llaman "el fenómeno más sorprendente de la vida de la Iglesia en los últimos decenios".
PERO LO NUESTRO ES JESÚS
Es descubrir su rostro en los hermanos. Sentir que somos, juntos, una comunidad: que somos Iglesia suya. Lo nuestro, es acoger la buena noticia de la salvación. Comprobar, con asombro infinito, que estamos liberados de nosotros mismos, sanados de nuestras heridas. Proclamar la gratuidad del amor de Dios y la respuesta generosa del amor nuestro. Un amor que nos hace libres para anunciar al mundo lo que nuestros ojos han visto y nuestras manos han tocado.
MUY CERCA DE MARÍA
Juan Pablo II hizo una hermosa síntesis de nuestra misión al recordarnos, cuando la Renovación cumplía veinte años, el texto de Isaías: "El Espíritu de Dios está sobre mí, Él me ha enviado para ser luz de los ciegos, consuelo de los tristes, para vendar los corazones heridos...". "Os recomiendo, nos dijo, que meditéis frecuentemente las palabras de Isaías ponderando el gran misterio de cómo el Espíritu de Dios os cubre a vosotros con su sombra, de forma no muy distinta a la que experimentó María". Palabras que son un inmenso regalo para la Renovación y para la Iglesia. Palabras que no son posibles considerar sin estremecerse.
A lo largo de siete semanas, la trayectoria va del encuentro personal con Jesús, al descubrimiento de la Comunidad, para terminar con el compromiso ante la sociedad. Al final es imposible dejar de proclamar que Cristo vive hoy; que está a nuestro lado, que es nuestra vida. Todo esto es verdad. Lo ha dicho Carmen Conde en un gran poema: "Y si se apoyan las manos en el pecho y se respira hondo, se encuentra a Dios".
JESÚS ES EL SEÑOR
El fundamento teológico de la Renovación Carismática es el Misterio de la Trinidad y, especialmente, el conocimiento progresivo de la persona del Espíritu que es quien nos revela a Jesús. Por Él vamos al Padre y entramos, como grandes enchufados, en el coloquio amoroso de la vida trinitaria.
Si el Espíritu nos revela a Jesús, hay que proclamar con alegría, con asombro y respeto infinitos, que Jesús es el Señor. Este es el fin y el fruto primero de la Renovación Carismática. Esta es su fuerza: proclamar el Señorío de Cristo. Anunciar que Jesús es el Señor.
RIQUEZA DE LA IGLESIA
Acogemos con libertad todas las manifestaciones del Espíritu, con prudencia, pero sin permitir que ningún carisma del Espíritu se apague porque es don y riqueza para la Iglesia de la que formamos parte y donde Dios nos ha señalado esa misión concreta de despertar el gozo de su Santo Espíritu.
Es, por eso tarea especial de la Renovación, fomentar los Seminarios de vida en el Espíritu, atender a los grupos de oración, a todo lo que despierte la presencia de la auténtica vida. Todo lo que consuele, sane, suavice, todo lo que sea don y gozo del Espíritu para el mundo de hoy. Todo lo que sea unidad, paz, amor y ánimo grande ... "¡Valor!" Pidió Juan Pablo II en Pentecostés.
ALMA DEL MUNDO
¡Qué apasionante, para la Renovación, ser impulso renovador en la Iglesia!. Hacer que el Espíritu, "alma de la Iglesia", sea también ese "suplemento del alma" que nuestro mundo materialista y desencantado necesita.
Ese fue el primer saludo profético de Pablo VI a la Renovación: "Si, la Iglesia tiene necesidad de su eterno Pentecostés. Tiene necesidad de fuego en su corazón, palabras en sus labios, profecías en su mirada. La Iglesia necesita volver a encontrar la sed y el amor... Tiene necesidad de sentir que suben, desde lo más profundo de ella misma, como unos gemidos, un poema, una oración, un himno: es la voz orante del Espíritu".
Y el Papa se hacía una pregunta: "Entonces, ¿cómo esta renovación espiritual no va a ser una suerte para la Iglesia y para el mundo?". Palabras que parecen confirmar lo que algunos llaman "el fenómeno más sorprendente de la vida de la Iglesia en los últimos decenios".
PERO LO NUESTRO ES JESÚS
Es descubrir su rostro en los hermanos. Sentir que somos, juntos, una comunidad: que somos Iglesia suya. Lo nuestro, es acoger la buena noticia de la salvación. Comprobar, con asombro infinito, que estamos liberados de nosotros mismos, sanados de nuestras heridas. Proclamar la gratuidad del amor de Dios y la respuesta generosa del amor nuestro. Un amor que nos hace libres para anunciar al mundo lo que nuestros ojos han visto y nuestras manos han tocado.
MUY CERCA DE MARÍA
Juan Pablo II hizo una hermosa síntesis de nuestra misión al recordarnos, cuando la Renovación cumplía veinte años, el texto de Isaías: "El Espíritu de Dios está sobre mí, Él me ha enviado para ser luz de los ciegos, consuelo de los tristes, para vendar los corazones heridos...". "Os recomiendo, nos dijo, que meditéis frecuentemente las palabras de Isaías ponderando el gran misterio de cómo el Espíritu de Dios os cubre a vosotros con su sombra, de forma no muy distinta a la que experimentó María". Palabras que son un inmenso regalo para la Renovación y para la Iglesia. Palabras que no son posibles considerar sin estremecerse.
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